Cuatro Puntos de Vista

Tomado de ElNorte.com, Junio 8, 2019

VARADOS

Javier Livas

08 Jun. 2019

Andrés no come lumbre. O quizá su dedito sabio le dijo que no. Pero sin mucho aspaviento México terminó aceptando todas las condiciones que Donald Trump puso para evitarse más caos en su frontera. Ahora el verdadero caos golpeará a todo México y especialmente a la frontera sur.

Quizá nunca sepamos lo cerca que estuvimos de caer al precipicio, ni quiénes y en qué momento convencieron a Andrés de abandonar su postura en favor de la migración sin límites con cargo a los vecinos del norte.

Anoche mismo, el líder senatorial demócrata Chuck Schumer se burló feamente de Trump por anunciar que había resuelto el problema.

Sin embargo, no puede negarse que Trump se salió con la suya. Rollo mata carita y poquita saliva basta para que un adversario débil resbale y luego recule, como lo hizo Andrés. A Schumer eso le vale.

Debemos celebrar que México se ha comprometido a hacer lo correcto, no importa si lo hizo a la fuerza o bajo amenaza.

Andrés nunca aquilató las consecuencias de incitar a migrantes de todo el mundo a usar a México como trampolín hacia Estados Unidos. Así, tan sólo en mayo llegaron a solicitar asilo -y a internarse en territorio americano- el equivalente de toda la población de San Pedro.

Es difícil repasar todo lo que pudo ocurrir de no haberse llegado a los cuatro acuerdos que finalmente pactaron.

Nuestro futuro pudo deslizarse hacia el precipicio Venezuela. Pactamos, sí, pero nos quedó un saldo o remanente gravoso para México, otra factura que queda a deber el insolvente Andrés.

Los acuerdos fueron prácticamente un castigo a su novatez. Él abrió de par en par las puertas a varios cientos de miles de migrantes, y ahora él tendrá que cerrarlas a la brava.

No será fácil porque llegarán quizá cientos más o miles a nuestra frontera sur esperanzados por lo que otros coterráneos hicieron exitosamente hace apenas unos días.

Es difícil descifrar a Andrés. Se vio muy aventado invitando a Gobernadores a manifestarse hoy en una especie de suicido colectivo en Tijuana. Pero como resultó el acuerdo firmado, por un lado va a invocar la dignidad y por otro afirmará exactamente lo opuesto con el mundo entero como testigo de la contradicción.

Andrés pivotea de lo lindo. Tan pronto Trump tuiteó anunciando su triunfo, Andrés se congratuló de que “gracias al apoyo de todos los mexicanos se logró evitar la imposición de los aranceles a los productos mexicanos”.

Me pregunto si hoy a las 5:00 pm en Tijuana dirá que tendremos que hacernos cargo de todos los migrantes que quedarán varados en México. O que hospedaremos a los futuros deportados.

Otras dos de las obligaciones contraídas son históricamente difíciles de cumplir: tratar a los migrantes varados con respeto a sus derechos humanos, y vigilar en forma efectiva los caminos de acceso a Estados Unidos.

Agreguen neutralizar a los cárteles de las drogas o de contrabandistas de personas, y de plano se me hace un compromiso imposible de lograr.

Seguramente muy pocos habrán caído en cuenta que, con su concesión, Andrés prácticamente asegura la reelección de Trump en 2020.

Esto lo digo por los que criticaron a Peña Nieto por servirle la mesa a Trump para su triunfo en 2016. Más pronto cae un hablador que un cojo, dice el dicho.

Hay un último asunto. El tercer acuerdo pactado ayer dice que revisarán el cumplimiento (o avance) de los logros en los siguientes 90 días.

La traducción es sencilla. Trump otorgó un crédito a la palabra de Andrés y sus negociadores. Trump no derogará el decreto con facultades extraordinarias para imponer las tarifas arancelarias. Simplemente suspende los efectos mientras comprueba si México cumple o no cumple.

En este sentido, todos los mexicanos podríamos quedar varados en el fango de la incompetencia, incertidumbre y corrupción históricas.

A Trump no le interesa microadministrar México. Con agarrar al diablo de la cola tiene. Ya lo demostró.

 
 
javierlivas@infinitummail.com

Trump, ¡Basta ya de humillaciones!

Irma Martínez

08 Jun. 2019

¡Vaya que me emocioné al leer la carta que AMLO le escribió a Donald Trump!

“Le propongo profundizar en el diálogo, buscar alternativas de fondo al problema migratorio y, por favor, recuerde que no me falta valor, no soy cobarde ni timorato, sino que actúo por principios. Creo en la política que, entre otras cosas, se inventó para evitar la confrontación y la guerra”, dice nuestro Presidente.

En la misiva, Andrés Manuel reitera que opta por la cooperación para el desarrollo y ayuda a los países centroamericanos, con inversiones productivas para fomentar el empleo y resolver de fondo este asunto.

Claro, entendemos que no es fácil negociar con un hombre desequilibrado, que pone por encima de todo su reelección y que sin duda usó la amenaza de los aranceles a México como una distracción ante su potencial proceso de “impeachment”.

Sin embargo, ante tantas humillaciones, es preciso poner en la palestra el tema de la diplomacia, con serenidad, pero firme.

Porque, ¿qué son esas expresiones? “No estoy preocupado porque ellos (los mexicanos) nos necesitan, nosotros no los necesitamos”, dijo Trump en una entrevista con la cadena Fox, en la que también señaló que “nos robamos” el 32 por ciento de su negocio automotriz.

¡Basta de ser el “puerquito” durante el tiempo que esté Trump en la Presidencia estadounidense!

Hoy son los migrantes; mañana, exigirá que México controle toda la droga que pasa hacia Estados Unidos por la frontera norte; luego exigirá que ahora sí paguemos el muro, y así sucesivamente.

Nada le complace, ni los 6 mil activos de la Guardia Nacional que el Gobierno ofreció enviar a la frontera sur para atender el problema de los migrantes.

Quién nos asegura que, aun cuando no se den los aranceles, cualquier día amanece lunático y vuelve a intimidarnos con mayor saña.

No cabe duda que “El Zanahorio” denota una falta de calidad humana profunda. Desconoce que no hay un país en el mundo que pueda poner freno a la migración, mientras exista gente desesperada en busca de un lugar donde haya mejores oportunidades de vida.

Además, Trump debería dejar de jugar al “Tío Lolo”, pues bien que debe saber que para contrarrestar el fenómeno migratorio que vivimos -en mayor o menor medida- se requiere la participación de los países desarrollados como el suyo, muchos de los cuales han fallado ante la urgencia de aplicar programas humanitarios.

Es más, Estados Unidos hace poco cortó su ayuda a varios países de Centroamérica.

El fenómeno de la migración necesita unidad de las naciones del mundo y, desde esa trinchera, gestionar las mejores opciones ante las necesidades de los países pobres.

Trump aprovecha que México está en un trance complejo: violencia, pobreza, corrupción y, por si fuera poco, las calificadoras que ubican a nuestra economía al filo del precipicio.

Usó la amenaza arancelaria y el tema migratorio para casi ponernos como rehén de sus normas arbitrarias.

Y si bien las puertas de la frontera sur de México no deben estar abiertas de par en par al libre tránsito, no olvidemos que tiene unos mil 200 kilómetros de longitud, 370 puntos de ingreso ilegales y sólo 12 legales.

Además, está el río por donde pasan los migrantes con lanchas inflables o neumáticos, no es fácil detenerlos.

Trump nos percibe como si fuéramos sus lacayos. En esta ocasión casi nos dice: “Te ordeno que hagas el trabajo sucio y apliques, a mi manera (sin ética), las leyes migratorias”.

Olvida que los migrantes viven en el mismo mundo y respiran el mismo aire.

Finalmente, los aranceles no entrarán en vigor (¿por ahora?). Hoy más que nunca deseo de corazón poder presenciar el llamado “acto de unidad en defensa de la dignidad de México”, hoy en Tijuana. ¡Basta de humillaciones!

 
 
irma.mtzm@gmail.com
 


Entendiendo a Trump

Gabriela De la Paz

08 Jun. 2019

La belicosidad de Donald Trump hacia México parece no tener precedentes. Incluso comparándolo con presidentes que tenían un cierto desprecio hacia nosotros, como John Adams, se sale de la norma. Entenderlo desde que tomó posesión de su cargo ha costado dolores de cabeza. Los funcionarios mexicanos tienen dificultades para encontrar la respuesta adecuada en la defensa de nuestros intereses. Después de todo, Estados Unidos parece llevarnos ventaja, pues desde antes de que nos independizáramos, allá decidieron que más valía tener al vecino vigilado que olvidado.

Así, han tenido una injerencia constante en nuestra evolución, desde Joel Poinsett, el primer embajador, hasta el actual inquilino de la Casa Blanca. Aquí, el nacionalismo a ultranza nos impidió siquiera tratar de “entender los motivos del lobo”. Eso ha hecho que la relación bilateral haya sido intensa, compleja, muy ambigua y bastante asimétrica, aunque desde hace décadas es interdependiente. Hemos pasado de aliados a enemigos y a socios comerciales entre 1822 y el presente.

No supimos qué hacer cuando nuestro vecino empezó a expandirse, ni cuando se convirtió en superpotencia. Hemos respondido a las guerras e intervenciones militares con un nacionalismo que nos brinda orgullo en la derrota, pero que no nos ha conseguido resultados satisfactorios. Nuestro dilema es qué hacer con este vecino poderoso y agresivo, pues la geografía ha sido nuestra ventaja y nuestra gran desventaja.

Nos ha permitido establecer una “relación especial” donde Washington se hacía de la vista gorda con la pseudodemocracia del PRI, con tal de que no nos pasáramos al bando soviético y le ayudáramos a triangular la comunicación con la Cuba de Fidel Castro. Así su frontera sur quedaba segura. Pero a cambio nos ha exigido ser el dique de contención frente a sus amenazas: el comunismo en América Latina, las drogas, la inmigración indeseada, sin ver nunca que Estados Unidos mismo es la causa de algunas de ellas.

Donald Trump pertenece a un perfil de político estadounidense que se identifica con Andrew Jackson, el militar y Presidente (1829-1837) que aparece en los billetes de 20 dólares. Era un mago de las relaciones públicas y usó su carrera militar y su carisma para llegar a la Presidencia. Inventó el populismo americano al defender al ciudadano común y oponerse a las élites políticas y económicas. También ocasionó el desplazamiento masivo de indígenas al desierto y a reservaciones.

De acuerdo con Walter Russell Mead, experto en política exterior estadounidense, Jackson abogó por “la expansión por la fuerza del poder estadounidense y la defensa incondicional de Estados Unidos”. Despreciaba los acuerdos internacionales y fue crucial para que Texas se independizara de México. Nosotros nunca supimos cómo tratarlo, enfrentados en peleas internas.

George S. Patton, héroe de la Segunda Guerra Mundial, pertenece a esta corriente de jacksonianos y alguna vez dijo: “A los estadounidenses les gustan los vencedores. Los estadounidenses no toleran a los perdedores. Los estadounidenses desprecian a los cobardes. Los estadounidenses juegan siempre para ganar. Me importa un pimiento un hombre capaz de perder y reírse. Por eso los estadounidenses no han perdido nunca ni perderán nunca una guerra, porque la mera idea de perder es odiosa para un estadounidense”. Esta cita que recoge Mead en su libro La providencia especial (2001) encaja perfecto con Trump.

Afortunadamente, las relaciones bilaterales hoy son sólidas e interdependientes y ya no se basan principalmente en las instituciones políticas, sino que influyen mucho los intereses económicos. Está visto que Trump no entiende de comercio. Él cree que subir aranceles nos perjudica a nosotros y a las grandes empresas que “traicionan” a su gente creando empleos aquí. Decide ignorar que los altos precios de los productos perjudicarían a sus votantes. Fomenta el nacionalismo para reelegirse, pero se le olvida que la gente también vota con el bolsillo.

 


Trump 2.9

Jorge Volpi

08 Jun. 2019

Nada más simplista -ni demagógico- que agrupar a todos los líderes opuestos a la política tradicional de nuestra época bajo una misma etiqueta, la del populismo, cuando se trata en realidad de casos con particularidades que no responden a consignas globales, sino a desafíos y problemas más bien locales. Muy pocas cosas emparientan, en realidad, a Bolsonaro y a Orban, a Le Pen y a Maduro, a López Obrador y a Evo Morales, a Uribe y a Salvini, excepto la obsesión de los analistas por hallar en ellos un patrón universal. Pero si alguien se diferencia de todos los anteriores, y se convierte en un fenómeno completamente distinto, es Donald Trump.

La lista anterior contiene políticos que todavía responden, de un modo u otro, a los añejos modelos del siglo XX: todos son profundamente ideológicos, todos defienden todavía principios derivados de la bipolaridad de la Guerra Fría, ubicándose en un extremo u otro del espectro (aun si los extremos, como sabemos, se tocan). La rabiosa derecha de Bolsonaro o Uribe responde a que ambos creen en sus programas, lo mismo que Morales o López Obrador, en la orilla opuesta, en los suyos.

Trump no se corresponde, en ninguna medida, con este esquema porque no es, ni siquiera, un político: es un producto mediático -un actor o un clown- que ha sabido utilizar mejor que nadie las herramientas de la sociedad del espectáculo en su provecho. Trump no tiene ideología. Trump no cree en nada ni en nadie, excepto en Trump. El que ahora sea republicano y defienda una agenda ultraconservadora es producto de una coyuntura irremediable: si las cosas hubieran sido un poco distintas, habría podido ser demócrata y defender, con la misma belicosidad, una agenda liberal. Como en el conocido chiste marxista (de Groucho), Trump tiene ideales sólidos, pero, si no le permiten asegurarse el poder, puede cambiarlos en cualquier momento.

Trump es el prototipo político del siglo XXI: un robot programable a conveniencia, una máquina de ganar elecciones, un dispositivo mediático para retener el poder. Quien lo sostenga cuenta con un arma de efectividad comprobada: justo lo que ha hecho, con el mayor cinismo posible, la derecha estadounidense. Analizarlo bajo los patrones usados para sus pares se torna, pues, anacrónico. Si nos parece tan errático o atrabiliario es porque aún confiamos en que conserve un dejo de sensatez o de moralidad. Trump no tiene ninguna de estas cosas, es un Frankenstein, ensamblado a partir de trozos de cadáveres, cuya única misión es sobrevivir.

Trump encarna el pragmatismo puro. Es el político soñado por Maquiavelo, al cual sólo le interesa el poder desnudo. Por ello, no se tentará el corazón -del que carece- para usar la estrategia que mejor le ha funcionado hasta ahora, tan antigua como los tiempos: la creación de un enemigo y la invención de una emergencia nacional que sólo él resolverá. Para nuestra desgracia, desde su primera campaña eligió a México como su principal distractor. Le sirvió para ganar hace cuatro años y le servirá, está convencido, para ganar ahora.

El Muro era su McGuffin: la piedra inexistente a partir de la cual inventar su mundo (y el de sus seguidores). Abolida su posibilidad, opta ahora por un Muro imaginario: México como responsable de la inmigración ilegal de Centroamérica (pero, ¿sabe acaso dónde queda Centroamérica?), que por ello ha de ser castigado y humillado. Ya sabemos que todo esto es una gigantesca mentira, pero denunciar las mentiras se ha vuelto inútil: mientras crea que le funcionará (frente al informe Mueller, la amenaza del impeachment, los descalabros en otras áreas), la ficción de que somos la mayor amenaza para la seguridad estadounidense nos pondrá contra las cuerdas.

Hace poco, Jorge Zepeda utilizó una imagen para comprender nuestra situación: Trump como un malhechor que nos apunta con una pistola. Es algo peor: el enorme acosador que nos zarandea y nos amaga: o los golpeas a ellos -a nuestros aún más débiles hermanos centroamericanos- o te golpeo yo a ti. Casi sin margen de maniobra, entre convertirnos en víctimas o cómplices, México ha conseguido, por ahora, esquivar la humillación.

 
 
@jvolpi


COMENTARIOIS

Como se ve que no tenemos una mas remota idea de quien es Donald Trump. Desde que me convencio en votar por el, estuve convencido que seria el presidente que realmente resolveria el problema de los mexicanos ilegales en los Estados Unidos.

Como mexicanos, reaccionamos a defender nuestra dignidad…! En que momento y cuales son las acciones que amenazan nuestra dignidad?

Revisemos algunos hechos:

  • AMLO es un presidente populista que su poder esta fundado en los pobres, la clase que tine muy poco, nada o casi nada. Estos son su soporte en el poder.
  • La frontera norte esta controlada totalmente por los carteles de la droga
  • Las leyes migratorias de EUA estan obsoletas y mal disenadas. El Congreso americano es le unico que puede arreglar esto.

Yo veo una gran ventaja el hecho de que Trump logro doblegar a AMLO en el asunto migratorio. Aun unido, que no lo esta, todo Mexico nunca hubiera logrado que AMLO actuara para controlar la migracion de centroamericanos hacia EUA con el costo de que un gran porcentaje de estos se quedaran definitivamente en Mexico y con ello su costo social, politico y economico.

Por otro lado, si los temoresde que AMLO se alinie con los Socialistas/Comunistas – Venezuela, Cuba, Rusia, China – se volvieran realidad, ya sabemos que el unico que lo puede regresar al huacal es precisamente Donald Trump.